VISIÓN QUE NUESTRO SEÑOR LE COMPARTIÓ A LUZ DE MARÍA
20 DE ABRIL DEL 2016
20 DE ABRIL DEL 2016
Vi la construcción de dos edificios,
totalmente iguales: en sus planos, materiales y cimientos; las personas
que los construían eran muy semejantes en su vestimenta, en sus gestos,
en su amabilidad, en su andar, en la cortesía para con sus hermanos.
Yo miré ambas construcciones y admirada de la estructura de ambas edificaciones y de las personas que los construían, me sentí abismada, y buscando alguna diferencia, no la podía encontrar.
Cristo me pidió que continuara observando. Miraba todo igual y tanto que no me permitía ver detalles diferentes.
De un instante a otro, las personas que estaban en uno de los edificios se enfadaron entre sí, dejaron de ayudarse entre ellos como lo venían haciendo. La fraternidad se rompió y cada uno se miró a sí mismo y entonces noté las diferencias, ya que dejaron de poner todo el empeño en la construcción del edificio, los materiales no los preparaban con tanto cuidado como antes, y trabajaban a escondidas. Cuando los miraba un hermano, fingían laborar bien, cuando el hermano no les miraba, trabajaban con descuido.
Al terminar la construcción de los dos edificios, uno lo tocó Cristo y se iluminó, el otro también fue tocado por Cristo pero se derrumbó.
Me dijo Cristo:
Yo miré ambas construcciones y admirada de la estructura de ambas edificaciones y de las personas que los construían, me sentí abismada, y buscando alguna diferencia, no la podía encontrar.
Cristo me pidió que continuara observando. Miraba todo igual y tanto que no me permitía ver detalles diferentes.
De un instante a otro, las personas que estaban en uno de los edificios se enfadaron entre sí, dejaron de ayudarse entre ellos como lo venían haciendo. La fraternidad se rompió y cada uno se miró a sí mismo y entonces noté las diferencias, ya que dejaron de poner todo el empeño en la construcción del edificio, los materiales no los preparaban con tanto cuidado como antes, y trabajaban a escondidas. Cuando los miraba un hermano, fingían laborar bien, cuando el hermano no les miraba, trabajaban con descuido.
Al terminar la construcción de los dos edificios, uno lo tocó Cristo y se iluminó, el otro también fue tocado por Cristo pero se derrumbó.
Me dijo Cristo:
“Hija, mira esto con cuidado, existen hijos comprometidos e hijos que viven de las apariencias, parecen iguales y hacen el mismo trabajo y parecen dar lo mismo, pero no es así.
Son tan difíciles de diferenciar que solo en los pequeños detalles, que hacen grandes a los pequeños, es donde se les diferencia, y ese pequeño detalle es MI AMOR presente en ellos. Trabajan junto a sus hermano.”
Continué mirando, y las personas ya no eran iguales a como las miraba antes. Habían reaccionado diferente a sus apariencias. Ante un imprevisto, se habían transformado en criaturas que eran desconocidas, ante lo que yo había mirado en el obrar y actuar anterior.
Me dice Cristo:
“Amada Mía, les he llamado a no fiarse por las apariencias, y en este presente es lo que sucede, parece poco, pero es muy importante.
De esa forma es como el enemigo se enquista en Mis hijos, entra lentamente, con personas que parecen hacer el bien y no lo hacen, parecen saberlo todo y no saben nada, parecen y nada más que parecen…
Cada ladrillo de esos edificios ha sido colocado con cuidado, debido a que ellos contienen Mi Amor, solo que al hombre le apetecen los asuntos pasajeros y a las mujeres les apetece el ser maltratadas por el varón, han descuidado el Amor, el que Yo les legué.
Hija amada, dos edificios pueden parecer iguales en todo, pero por dentro, los que lo habitan no son los mismos. En esos edificios tampoco fructificaron los mismos inquilinos. El primer edificio fue débil y se desvió su estructura en cuanto entró el enojo y la desunión, los inquilinos estaban a su antojo y no se respetaban unos a otros, permitían entrar a todo el que llegara. No tenían reglas, ni se respetaban a sí mismos, vivían de apariencias, de ser mejores dentro de la sociedad para ser aceptados por todos. Pasaban por sobre sus hermanos, mirándoles con desprecio. Cuando los llamaban, tomaban el camino que más les convenía, no se amaban ni a sí mismos.
Ahora, en el otro edificio había paz y armonía. Mi Espíritu es bien acogido por todos, el decoro reina por doquier, la fraternidad paraliza cualquier sentimiento ajeno a Mi Voluntad, aceptan a los hermanos y los introducen en Mi Amor.
Eso que parece idéntico en verdad, no es igual, es un barniz.
Así, hija, se introducirá el mal en Mi Casa, sin parecer que es el mal. Hará destrozos, se hará pasar por el bien siendo el mal. Desafiará a Mis Hijos para lanzarles al fuego, de esa forma los que no estén preparados caerán, al no saber reconocerle.”
La tierra se abrió frente a Mis ojos y las bases que sostenían a los dos edificios eran una sola.
UNA VOZ DIJO: PERMANECIERON CIEGOS SIN MIRAR LA VERDAD DE MI PALABRA.
Y me dice Cristo:
“Hija Mía, así es como se levanta el mal, pareciendo bien para confundir a los hombres. Una sola base para toda la edificación, pero el hombre con sus codicias ha levantado sus intereses sobre lo que no es de su propiedad. Por esta causa padecerá la humanidad, por su egoísmo y su propia idolatría al materialismo y al hombre mismo.”
Dicho esto, se cerró la tierra, la mala edificación se fue desmoronando poco a poco y veía en cada trozo de construcción que caía, nombres, pecados contra Los Mandamientos, contra los Sacramentos, contra las Obras de Misericordia y contra las Virtudes. Cada uno de ellos fue atraído por una fuerza que salía de la tierra y la tierra lo tragaba y estos pecados desaparecían.
Brilló algo en el Cielo, volví la mirada y vi una Cruz en el Cielo, y en el Cielo un número 7.
Así terminó la visión.
Amén.