REFLEXIÓN DE FIN DE AÑO 2012
Vamos a cerrar el calendario. No es uno más, sino el que marca el instante espiritual para el hombre.
Sabedores
de cuanto va a acontecer en el instante que determine la Voluntad de
Dios, tenemos claro que no serán unos los que padecerán, sino… toda la
humanidad.
Las
calamidades causadas por la naturaleza dejarán perplejos a los hombres,
y esto nos debe alertar. Pero más que esto, la calamidad se mantiene en
la Tierra, caminando entre los seres humanos que no perciben la
maquinaria que el anticristo mueve en las mentes de los hombres,
construyendo la masificación de la humanidad, y así insertarse mediante
mecanismos sutiles, en la mente.
La
dispersión espiritual es tal, que el hombre convive en concordancia con
las acciones en contra de la moral y la decadencia de toda índole. La
conciencia ha sido opacada por el libre albedrío mal empleado, continúa
en el letargo más profundo.
Ante
este panorama y ante la realidad de una Tercera Guerra Mundial, ante
la conformación de un estado y moneda única, y ante el cisma que la
Iglesia llevará sobre sus espaldas, todo ello dará por resultado la
escena que nos es descrita en los Evangelios y libros de historia, en
donde los inocentes perdieron su vida y fueron mártires de los tiranos.
Así mismo la historia se repetirá como consecuencia de las
desobediencias a los pedidos de la Madre Santísima que desea detener la
expansión del comunismo y sus horrores, en sus diferentes facetas, cada
vez más terroríficas.
No
es un calendario que se cierra, sino que se abre de parte de Cristo la
oportunidad de que el hombre dé un salto dimensional, y penetre unido a
Cristo y a la Madre Santísima, en el desarrollo del conocimiento que
estaba preparado para este instante, no para otro, sino para éste ante
la Segunda Venida de Cristo.
Cada
uno con su esperanza y firmeza, vivirá el instante venidero como una
bendición, bendición que deseo verdaderamente para que nos una a todos
en un solo Corazón al iniciar esta Nueva Etapa, por y para Cristo y Nuestra Madre Santísima.
Luz de María.